viernes, 4 de febrero de 2011

Oh my dear Grandma

Recorriste las calles de Europa buscando una solución, para esa soledad que te asolaba,  recorrías calles que a nadie le gustaban. Buscabas una contradicción a tu vida monótona, realizabas sueños ajenos nunca cumpliendo los tuyos. Fumar afuera no era aburrido disfrutabas el aire libre tanto como una buena taza de café, y a veces olvidabas. Lo hacías. Olvidabas las heridas que el mundo te había hecho y las que tu misma habías provocado, separabas el dolor del llanto construyendo una persona que poco a poco moría, que poco a poco sentía.
No le temías al cambio y sabia enfrentar una crisis, cabeza arriba y pies abajo, tocando el piso caminando despacio.
Te levantabas temprano, sabias disfrutar cada gramo del sol aunque nunca te vi bronceada, sudabas y como lo hacías el horno era tu mejor compañía, siempre dispuesta para los indispuestos. Disfrutabas de dar de comer al hambriento, y así como cada perro que no muerde la mano del dueño nunca buscaste la suavidad de las sabanas en otra cama que no sea la tuya. Eras la época del cambio, del cambio que nunca nadie se animo a hacer.

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